16 febrero 2008

El mudo (cuento)

I. Castillo de Son Torrella, febrero de 1301

El anciano contemplaba el fuego, dormitando a ratos. Un criado avivó la chimenea en silencio, mientras la luz del sol que se filtraba por los angostos ventanales del salón languidecía. Fuera, el traqueteo de los caballos que llegaban procedentes de la aldea provocaron que Afel, el enorme perro que descansaba a los pies de su amo, irguiera brevemente la cabeza y las orejas.

Promesas (microcuento)



Aquella noche la orquesta, bien aleccionada, tocó para ellos “Strangers in the night”. Olía a madera de teca, a aire del Egeo, a Chanel nº 5 y a cuero de buey. El Dom Perignon burbujeaba en ambas copas, realzando la inicial dorada del nombre del yate, grabada sobre el fino cristal. Brindaron ante la mirada del camarero, pulcramente uniformado. Desde el muelle llegaban a bordo lejanos ecos de felicidad.

Con las manos temblorosas tomó el estuche que el hombre maduro le tendía. Apenas pudo ahogar su entusiasmo cuando el enorme zafiro brilló ante ella. Él dijo por fin:

-Te adoro. Cuando te contemplo regreso a mi juventud. Eres mi diosa, mi única religión posible. Dime que te casarás conmigo.

Más que una proposición, era una plegaria. Pero él no estaba mirando la joya que acababa de entregarle, sino la curva de sus senos divinos. Ella se puso el anillo, cerró un momento los ojos y le dedicó una sonrisa llena de promesas.

Moraleja:
· Para ella: “El dinero es un buen sirviente y un mal señor” (Alejandro Dumas).
· Para él: “A Dios rogando y con el mazo dando” (Popular).